En qué momento nos convertimos en los temores del hombre hacia la vida? Tal vez fue en el momento de la decepción más grande que vivimos en nuestras vidas. Tal vez fue en el momento del amor más intenso que vivimos y perdimos con una abierta y cerrada de ojos.
Como el viento que viene y va. Que se siente y no se logra ver. Que está en todo nuestro alrededor y aun así pasamos desapercibidamente de día en día, sin pensar que es el elemento más necesitado en nuestras vidas diarias. Es ahí donde nos preguntamos, qué es lo que necesitamos en nuestras vidas?
Cuántas veces nos levantamos sin pensar en los momentos mínimos y los movimientos instintivos que siempre tenemos y forman parte de nuestras rutinas diarias.
¿Acaso pensamos en ese aspecto de nuestras vidas al cocinar el desayuno diario? ¿O cuando tomamos el primer vaso de agua al despertarnos en la mañana?
Solemos vivir sin pensar. Sin tomar en cuenta que el tiempo pasa y no regresa, pero no lo vemos de esa forma. Vemos la repetición de nuestras vidas día tras día y se nos olvida que la repetición de nuestras rutinas no son lo equivalente al tiempo que nos pasa y nos deja en la memoria del viento que nos acaricia la piel que va envejeciendo con cada minuto que pasa.
Con cada minuto que pasa se nos va la vida pero en este aspecto me enfocare en la vida que perdí aun teniéndola ahora.
Cargo el luto de las versiones de mi que solo vivieron en mi persona un tiempo limitado. Pero ese luto no se compara con el luto que cargó de las vidas que nunca tuvieron la oportunidad de ver el amanecer de los días que voy agregando a mi memoria disminuyente.
No se.
No sé cuánto tiempo cargaré estos lutos que suman el uno al otro dentro de mi ser.
No se cuanto tiempo más me queda y cuantas vidas seguiré dejando pasar por miedo tal vez.
Miedo al cambio.
Miedo a que la vida, que acepte, no se aplique plenamente a la vida actual que ya llevo conmigo y siempre llevaré.
Miedo.
¿Miedo a que? A quién?
En la vida tenemos tantas incertidumbres que el miedo es uno de los sentimientos más comunes por más que lo neguemos.
Solemos tener miedo a todo y a nada. Un miedo tan grande que a la misma vez es tan insignificante ante todo lo que tenemos que enfrentar en nuestras vidas cotidianas.
Le tengo miedo a la oscuridad.
No a la oscuridad nocturna que es alumbrada con el reflejo de la luna y el recuerdo de una estrella fugaz. Sino miedo a la oscuridad interior que nos consume poco a poco entre más enfrentamos la sociedad que nos rodea.
Le tengo miedo a la oscuridad mental que interpreta las situaciones más bellas como un aspecto falso que solo está apto para distraernos de las frustraciones emocionales que llevamos dentro de nosotros, y no nos deja admirar las por lo que son. Las bellezas naturales de la vida.
Ay, las bellezas que nos encontramos en nuestras vidas diarias.
En las simplicidades de cualquier rincón que cruzamos, va cruzando el viento. A su propio ritmo. Con la calma y paciencia que nos falta para poder apreciar el horario que se nos escapa mientras acompaña el viento que nos acaricia la vida que igual nos va robando.

Comments
Post a Comment